Es probable que la leyenda de su
origen, a partir de una gota de sudor de Mahoma, no sea la más
convincente pero cuando en otra leyenda india la princesa Retua Dumila
le solicitó a Shiva un alimento del cual nunca se cansara de
consumirlo, la delicada y diminuta semilla que es nuestra protagonista
cumplió a satisfacción esa condición. En la actualidad, más de la
mitad de los habitantes de este recalentado planeta consumen
cotidianamente el arroz y, por ello, no es atrevido señalar que el
proverbio chino tiene mucho de razón. “Una comida sin arroz es como
una mujer hermosa a la cual le falta un ojo”.
Desde
muy temprano, la humanidad descubrió en este grano dos grandes
virtudes, su buena tolerancia en razón de la ausencia de gluten y
escasez de grasas y, por otro lado, su peculiar y neutro sabor que le
permite ir con cualquier otro alimento. Esto hizo que diferentes
culturas hayan producido una gran variedad de preparaciones. El
Rissoto italiano, la Paella española, la Jambalaya de la cocina cajun,
el Pilav turco, son algunos ejemplos de ellos, sin olvidar que los
chinos descubrieron que el mejor acompañante del arroz es, por
supuesto, más arroz.
América
lo tiene desde el siglo XVI y algunos señalan que vino en el segundo
viaje del Almirante. En Colombia fueron los fértiles valles del
Magdalena en donde se cultivó inicialmente y, por si usted no lo sabía,
fueron los jesuitas los que lo trajeron en el siglo XVIII a Antioquia,
a las tierras de San Jerónimo.
Habitantes
de todos los rincones del suelo patrio lo han hecho un acompañante
cotidiano en sus faenas gastronómicas de tal forma que cada región
posee una o varias peculiares formas de preparación. La cocina del
Caribe no se puede concebir sin él. Arroz de lisa en la currambera
Barranquilla, con coco en la tradicional bandeja de sierra o pargo
frito, con chipichipi y diversos mariscos, son parte de esas
preparaciones. En el otro mar y en los departamentos del sur, el arroz
atollado, un poco más húmedo, es de elección.
Curiosamente,
a lo largo de los grandes ríos, especialmente del Cauca y del
Magdalena, surgió una vianda que deriva su nombre precisamente de la
carencia de arroz. Su ausencia es responsable de la viudez en el viudo
de pescado que consiste en “sudar” pescado de rio: bagre, nicuro,
cachama, con diversa agricultura: yuca, plátano, papa y ñame, para
servirlo en hoja de plátano o biao.
No
podríamos pasar por alto esta oportunidad sin realizar un homenaje al
arroz blanco. Quién sabe qué secretos guarda este almidonado y
esponjoso grano que, cuando es depositado en la coca, no la mata que
mata sino en el recipiente en el cual los trabajadores llevan el pan de
cada día al lugar de faena, en contacto con sus tradicionales
acompañantes; carne “ñervuda”, papa y plátano, se convierte en ese
esplendido manjar que la sabiduría popular conoce como el tradicional
ACPM.
¿Cuáles
serán los secretos diálogos que, en medio de un apasionado fuego,
realiza nuestro arroz con la jugosa carne de lechona virgen para
generar como resultado aquel platillo que los descendientes de los
Pijaos degustan en medio de bundes y guabinas, la Lechona tolimense?
¿Porqué
un sencillo arroz blanco en contacto con frisoles en una bandeja de
peltre, cubierto por un huevo de yema bien húmeda y en contacto
discreto con los apéndices de tocino de copartidario bien frito, se
convierte en esa singular y admirada comida como es la bandeja paisa en
donde se permite hasta la concupiscente y pecaminosa relación que
existe entre el esponjoso arroz blanco y su sanguinolento pariente
perteneciente a una morcilla envigadeña?
Usted,
mi querido comensal, puede gulusmear por estas y otras muchas
variedades de preparación y entrar en gastronómica polémica acerca de
cuál de ellas es la mejor. Yo sólo le recuerdo no olvidar a una de las
más colombianas como es la caja de arroz chino. No crea usted, amable
lector, que esto es un galimatías puesto que no hay algo más colombiano
que el arroz de caja de los restaurantes chinos. Tan colombiano es que
el DANE ya lo incorporó a la canasta familiar colombiana. Estos
restaurantes que se reproducen a la velocidad de los conejos, conejos
chinos por supuesto, sin duda alguna ahora con la crisis económica, esa
para la cual disque estábamos blindados, verán crecer sus pedidos en
detrimento de otras ofertas menos económicas. Ahora bien, no quiero
meterme en honduras metafísicas para entrar a discutir acerca de la
determinada dosis de fe que se requiere para creer que el cerdo, el
pollo y el solomo son verdaderamente lo que dicen ser. Cómaselo y
punto.
Buen Apetito.
médico Carlos Enrique Escobar G
Esta entrada de Corrientazos de Lujo fue escrita originalmente por el médico Carlos Escobar para el periódico Momento Médico del cual él es columnista. Acá el vínculo a la publicación original: http://asmedasantioquia.org/momento_medico/edicion_96/cocinaycultura.html
Querido tragaldabas este blog también es suyo, anímese a hacer su aporte!
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